sábado, 1 de diciembre de 2012

Una definición de literatura.

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La literatura es un discurso ficcional con intencionalidad estética.
Que sea ficcional significa que los hechos que cuenta pueden ser inventados.
Que su intencionalidad sea estética significa que la función de la literatura es utilizar la palabra para crear un objeto bello.
En realidad nada obliga a un escritor a inventar todo lo que escribe, de hecho puede basar personajes en personas conocidas o episodios en hechos de su vida. Pero que tenga esa posibilidad hace que el pacto de lectura sea distinto. Si yo (lector) no puedo saber qué es verdad y que es inventado de lo que estoy leyendo ¿qué sentido tiene que me lo pregunte? ¿Qué debo hacer entonces como lector? Disfrutar el texto, pasar un buen rato. Para lo otro tengo la historia o el periodismo, cuyo pacto con el lector es bien distinto, es un pacto que dice "todo lo que te voy a contar es verdad, existen documentos que lo prueban". Por eso mismo se puede acusar a un historiador o a un periodista de "mentir" (cuando el hecho narrado no coincide con la fuente de informacion) pero nunca se prodrá acusar al escritor de "mentir" porque no tiene la obligación de contar hechos reales. Tiene "licencia para inventar" y eso se debe a que su intencionalidad no es informativa, sino estética.
A diferencia de otros discursos que utilizan la palabra de modo práctico o utilitario (los reglamentos, las leyes, la publicidad, la religión, el periodismo, etc.) la literatura (como todas las artes) existe para favorecer la experiencia estética, es decir, permitirle al hombre tomar contacto con la belleza. Es la diferencia entre usar un trozo de mármol para fabricar un banco (objeto práctico) o una estatua (objeto estético). De los dos objetos nuestra sociedad puede llegar a cuestionar al segundo (¿para que sirve?) mientras que el primero le dará seguridad (es algo útil).  El problema no es del arte sino de ciertas personas que desestiman la importancia de percibir la belleza, uno de los momentos de innegable felicidad del ser humano. En eso reside lo revulsivo, lo revolucionario del arte en general: no tiene por qué servirle al sistema, no tiene que cumplir una función práctica.


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